Che abuelo, vení, contame,
de esas columnas humanas
cuando el sueño colectivo
nacía y los empujaba.
Vení, sentate conmigo,
que yo ya puse la pava,
y contame de esa piba
que a los pobres abrigaba.
Vení, que casi es olvido,
esa pareja sagrada,
que convirtió en un hijo
cada humilde que amparaba.
¡Dale, viejo! ¿Qué te cuesta?
¡Agitame la esperenza!
Vení, sentate conmigo
que tengo heridas las alas.
Necesito que me digas
como hacías en mi infancia
que la vida se transita
con un ideal como espada
o pierde sentido y se vive
como si nada importara.
Che, abuelo, vení, abrazame,
renovame la esperanza,
que hoy me duele cada pibe
que mendiga una esperanza,
cada estómago vacío,
cada fábrica cerrada.
Vení, sentate conmigo,
volvé a ponerle palabras
a ese sueño que enamora
a ese pueblo que luchaba.
Vení, viejo, necesito
que vos me cures las alas.
Natalia "Vasca" Jaureguizahar